Leer es asombroso
Leer es asombroso. Mientras lees este texto, tu cerebro logra interpretar mi pensamiento. Lo hace encadenando complejas funciones que se ejecutan en múltiples zonas de tu cerebro, predominantemente en tu hemisferio izquierdo si eres diestro:
- Te concentras.
- Tus ojos fijan su objetivo en estas letras y caracteres. Tu pupila se acomoda y ajusta a la luz, así como a la distancia al texto para que tu retina reciba adecuadamente la información.
- La señal es transmitida por tus nervios ópticos hasta la corteza cerebral visual, situada en los lóbulos occipitales de tu cerebro. Ya ves una imagen, pero requieres el procesamiento de los caracteres. Esta función se concreta en una región específica de la corteza occipital izquierda. Ya ves letras.
- La información se traslada a la encrucijada temporo-parieto-occipital izquierda. En una zona denominada giro angular, se descodifica el conjunto de caracteres aplicando los conocimientos lingüísticos. Ya percibes palabras en su contexto ortográfico.
- Tu lóbulo temporal izquierdo, que hace la función de “diccionario”, informa sobre la semántica y el significado de los datos elaborados.
- Ya tienes el mensaje que te quería transmitir: LEER ES ASOMBROSO.
Como has podido ver, durante la lectura se pone en marcha gran parte de tu cerebro. Lo hace con una celeridad extraordinaria, por medio de la activación y reclutamiento de un gran número de neuronas. Supone un beneficioso modo de ejercitar y mantener en forma tu cerebro.
Beneficios de la lectura
Leer produce notables cambios biológicos cerebrales. Hemos podido objetivar que induce la comunicación entre neuronas y potencia el desarrollo tanto de la sustancia gris, como de la sustancia blanca cerebral, incrementándose la conectividad entre los dos hemisferios cerebrales. Esto sucede durante toda la vida, aunque de un modo muy llamativo en la infancia y la adolescencia, mientras se genera esta función y la plasticidad neuronales superior.
Leer estimula nuestra atención. Nos centra en una tarea que requiere, como hemos dicho, el funcionamiento de gran parte de nuestro cerebro, evadiéndonos, y apartándonos de ideas y reflexiones que pueden resultar negativas.
Leer aumenta la imaginación. Varios estudios funcionales cerebrales evidencian que al leer historias en las que se describe al personaje moviéndose, la corteza cerebral simula realizarlos, activando áreas concretas dedicadas a preparar nuestro propio movimiento corporal. De algún modo, compartimos la vivencia, y esto ocurre con otras muchas funciones de nuestro cerebro. Al leer alguna palabra asociada a un olor (por ejemplo: jazmín), conseguimos poner en funcionamiento las zonas cerebrales de la corteza olfativa que identifican ese olor.
Leer produce el procesamiento de emociones, activando la corteza prefrontal y la región amigdalar. Potencia las habilidades sociales y la empatía, equilibrando la sensibilidad a la experiencia ajena y entendiendo al otro, poniéndonos en su lugar y contexto.
Leer desarrolla nuestra capacidad de expresión y oratoria, la semántica, la ortografía y la gramática.
Leer activa nuestra memoria a corto y largo plazo, y en casi todas sus variedades. De modo más destacado, potencia la memoria semántica y la episódica. La primera es la que almacena el significado de las palabras. La segunda, los datos recogidos sobre los sucesos referidos.
Leer aumenta la reserva cognitiva, es decir; la resistencia cerebral a sufrir determinadas enfermedades degenerativas, así como a ralentizar el deterioro mental propio de la edad y el paso del tiempo. Esta capacidad se desarrolla a lo largo de toda la vida y es acumulativa. Compensa mediante el aumento en el número de conexiones neuronales, así como con la creación de circuitos alternativos. De ese modo, nos dota de recursos y estrategias que amortiguan las carencias cognitivas generadas por diferentes enfermedades que atacan nuestro cerebro. A igual grado de lesiones propias de la enfermedad de Alzheimer, un cerebro con buena reserva cognitiva presenta mejor funcionalidad mental.
El lenguaje, la comunicación verbal es una habilidad que comenzó a desarrollarse en nosotros hace unos 6.000.000 de años. Nuestra evolución ha requerido gran parte de este tiempo para desarrollar una función tan compleja como la lecto-escritura. Surgió hace solo unos 4.000 años, separando la prehistoria de la historia. Escoge un buen libro, uno que te atraiga, léelo activamente, vívelo y mejora tu cerebro.
Salud,
Coordinador del Institut Neurològic
Hospital Quirón Palmaplanas (Palma de Mallorca)
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